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jueves, 26 de julio de 2018

El Nombre de Griselda Gambaro en el Camarín de las Musas.


En el derrotero de las sumisiones María irá fragmentando su ser, pero descubre que hay un núcleo de dignidad humana del que no se nos puede despojar: "El Nombre". "La transparencia del tiempo que sólo muestra lo que está vivo". Griselda Gambaro.




Duración:45 minutos.
Localidades:
general: $ 280
Jubilados: $ 230 (presentando acreditación)
Días y Horarios:
Domingo 20:30 hs.
Viernes 20:30 hs.
No se permite el acceso a la sala una vez comenzada la función.


ArquiNoticias
El Nombre, una obra que toca el corazón del espectador. Silvia Villazur, gran actriz, realiza una interpretación magistral. 
Desde chica, trabajó en diferentes casas con diferentes señoras. Aún formando parte de la familia, de alguna manera, en cada casa es llamada de diferentes maneras. 
Ella siempre responde a todos los apelativos. Sin embargo su sensibilidad le permite notar que fue despojada del nombre, de su  nombre “Maria”. 
Lo peor que le puede pasar a un se humano quien, no posee nada y vive en la calle con una resignación y una adaptación increíble, es perder lo único que posee: su nombre. 
Aún cuando estuvo enferma e internada pasó a ser un número, como suele suceder en medicina. Allí era la muda. No hablaba. Su mundo y su vida terminó siendo la calle.
Digna de ser vista!

La Nación
¿Para qué sirve tener un nombre? Algo así como carta de presentación, documento verbal, el nombre explota de cargas simbólicas. Porta en su estructura una referencia de quienes somos. Significa ni más ni menos que nuestro ser en unas pocas letras ordenadas. Es, por empezar, el nombre que eligieron nuestros padres cuando tempranamente comenzaron a configurarnos. Es, también, el principio de nuestra identidad. Uno de los primeros derechos que tienen todos los niños. Situación tan abarcativa como intangible y que tiene su origen, tal vez, cuando se le otorgar un nombre a cada quien. "¿Cómo te llamás?", "Soy...", "Me llamo..." es el inicio de gran parte de las conversaciones y las presentaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida.
Griselda Gambaro, autora mayúscula, compuso esta pequeña pieza teatral de un solo personaje en 1974 cuando las sombras del horror comenzaban a instalarse. Advirtió que la despersonalización sería el inicio de la tortura. Y entonces volcó ese terror en esta pieza corta, pero de una potencia espectacular. De manera metafórica y sin un marco específico, Gambaro nombró lo innombrable. Sin tiempo y sin espacio -eso claramente poco importa cuando se tratan temas universales- abarcó la quita de la identidad, el sojuzgamiento, la relación entre amo y esclavo. No necesita de grandes villanos ni de grandes movimientos. Está. El poder que ejercen personas sobre otras existe, tal vez, desde que hay acumulación de riquezas. Por eso esta obra resiste el paso del tiempo, mantiene una contemporaneidad que nos asegura las mismas miserias.
María es el único personaje de esta historia. Tiene un nombre, llegó a este mundo con una identidad. Endeble, quizá, fácilmente corrompible. La historia de esta mujer puede reconstruirse por los asaltos a su nombre. La primera vez que se lo arrebataron María tenía 16 años y la señora para la cual trabajó prefirió llamarla Ernestina. Caprichos, comodidades. Su historia siguió, signada por esos hurtos aparentemente inocentes, pero que encubren un absoluto desprecio.
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